domingo, 29 de noviembre de 2015

La fiebre reeleccionista y un debate prometedor

La intención de la gobernadora electa bonaerense de poner límites a las elecciones indefinidas de intendentes merece ser destacada y acompañada
El pronunciamiento público de la gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, en el sentido de avanzar con la limitación a la reelección indefinida de los intendentes es un dato alentador, que merece ser destacado, puesto que vuelve a poner en el eje de la discusión una práctica nefasta que atenta contra la esencia misma de la democracia: la alternancia en el poder.


La obsesión reeleccionista de muchos de nuestros dirigentes políticos para perpetuarse en los cargos reconoce, entre otras cuestiones igualmente cuestionables, su nula vocación republicana. El caso que hoy nos ocupa es el de la provincia de Buenos Aires, donde hay intendentes que llevan más de dos décadas de gestión ininterrumpida al frente de sus distritos, pero son también harto conocidas las ansias de perpetuidad de varios gobernadores de provincia que, como correlato de esa vocación de perennidad de sus mandatarios muestran un altísimo empleo público y niveles de pobreza muy significativos.


Son dirigentes que usufructúan ese clientelismo prebendario para mantenerse en el poder. El caso de Formosa, gobernada por Gildo Insfrán desde 1995, quien acaba de conseguir su sexto mandato consecutivo, es un lamentable ejemplo que va camino de convertirse en récord pues, para cuando termine su actual período, en 2019, habrá contabilizado 24 años de gestión ininterrumpida, caracterizada por numerosas denuncias de clientelismo, corrupción y abuso de poder.

El propio Néstor Kirchner, en Santa Cruz, impuso dos reformas constitucionales en cuatro años como vía para continuar en el cargo de gobernador. En 1993 fue la primera, conseguida en la Legislatura provincial a fuerza de asegurarles cargos públicos a propios y a extraños. La segunda ocurrió nueve años después, cuando quedó habilitada la reelección por un único período. Pero fue en 1998 cuando no dudó en vulnerar la propia ley fundamental del distrito apelando a una consulta popular vinculante y obligatoria sobre la necesidad de una reforma que le permitiera la reelección indefinida. Parte de la justicia provincial se la objetó, pero él consiguió finalmente que el Tribunal Superior, al que dominaba políticamente, le habilitara los comicios, en el que triunfó el "si". Kirchner terminó gobernando Santa Cruz desde diciembre de 1991 hasta mayo de 2003.


Gerardo Zamora, en Santiago del Estero, también intentó perpetuarse en el cargo de gobernador mediante una forzada e ilegal interpretación de la constitución provincial para que se considerara su segundo mandato como primero y así poder acceder a una tercera gestión consecutiva. La Corte Suprema de Justicia de la Nación lo inhabilitó. Pero Zamora no se dio por vencido: puso en su reemplazo a su esposa, actual mandataria provincial. La ilegalidad y el nepotismo van muchas veces tomadas de la mano.

Por eso, es de ponderar la discusión que promete dar la gobernadora electa bonaerense. Durante los últimos 20 años en ese distrito fracasaron todos los intentos legislativos por limitar las reelecciones de los intendentes. Un total de 27 iniciativas presentadas por miembros de todo el arco político nunca llegaron a ser debatidas en el Parlamento provincial. La última fue presentada por el Frente Renovador y contaba con el aval de otras fuerzas de la oposición, pero también hubo otra del propio oficialismo, que terminó siendo cajoneada. Es un debate históricamente postergado que reconoce como una de sus principales trabas el desinterés de la mayoría de los legisladores por poner freno al cacicazgo que sustenta la aceitada maquinaria elecionaria de numerosos municipios.

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El mapa electoral bonaerense de los últimos tiempos revela que, en el grueso de los distritos, los intendentes llevan dos mandatos consecutivos. Y hay casos extremos, como los de los jefes comunales Hugo Curto, de Tres de Febrero; Raúl Othacehé, de Merlo, y Carlos Gorosito, de Saladillo, quienes al finalizar este año habrán acumulado 24 años en el poder. Julio Pereyra, de Florencio Varela, sumará 23, mientras que Jesús Cariglino, de Malvinas Argentinas, contabilizará 20 años.

Desde ya que el interés de estos intendentes por conservar su poder territorial durante todo ese tiempo ha sido siempre convalidado en las urnas, razón por la cual es indispensable que, como sociedad, empecemos a debatir estas cuestiones. En los sistemas democráticos la continuidad política se expresa por medio de distintas personas.

Abogamos desde estas columnas porque se reabra la discusión en orden a reforzar los mecanismos democráticos, dejando de lado los personalismos y las ambiciones personales en pos del bien común.

lanacion.com

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