domingo, 4 de octubre de 2015

VERONICA PERDOMO..., OTRA OPORTUNIDAD PARA SER FELIZ























(Nota publicada en el periódico "El Progreso" - octubre 2015)

Comenzó su carrera como modelo publicitaria y en televisión como secretaria de Nicolás Repetto en «Dominico» y también participó en «Circo Criollo», en el año 2006. Trabajó con Beto Casella, Gerardo Rozin, Gonzalo Bonadeo y Chiche Gelblung, entre otros. Participó como co-conductora del noticiero «Impacto Nueve». Hizo teatro, trabajó en Chile y también estuvo en la pantalla grande tanto en «Brigada explosiva» como en «Los Paranoicos».

Esta sería su presentación artística, pero la vida de Verónica pasa por otro lado…, es más, su vida es un canto casi a la resurrección, porque nació dos veces. Sí aunque parezca algo fantasioso en esta nota quedará plasmado cómo es posible tener «Otra oportunidad para ser feliz», tal el título de su libro.

Cronológicamente su nacimiento data del 18 de marzo de 1977 en una clínica de la Capital Federal; transcurrieron 32 años y el 15 de julio de 2009 volvió a abrir sus ojos en el instituto Fleni.


Su infancia transcurrió en Florencio Varela, en la localidad de Bosques precisamente; estudio en el colegio de Nuestra Sra. del Perpetuo Socorro de Av. Calchaquí y así lo cuenta:

- Vivíamos en San Telmo en una casa familiar con mis abuelos, tíos y primos: cuando cumplí cuatro años en 1981 nos mudamos a la casa de Bosques en ese entonces ya había nacido mi hermano Gabriel a quien le llevaba un poco más de un año, éramos muy compinches.

Cuando nos mudamos a Florencio Varela, mi mamá me anotó en el Colegio de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que estaba en la Av. Calchaquí, en el límite entre Florencio Varela y Quilmes; así que desde los cinco años aprendí lo que es madrugar.

Me despertaba rapidísimo, saltaba de la cama y corría al cuarto de mis padres a despertar a mi papá quien era el que me llevaba al colegio, teníamos más de media hora de viaje para llegar a la escuela.

En invierno salíamos casi de noche de casa y con el piso todo escarchado, pero yo estaba feliz de ir al colegio, mi papá me decía que yo le daba fuerza todas las mañanas para levantarse temprano y empezar el día con «pilas».

Siempre me quedó grabada la imagen de un gallo que había en una casa sobre la ruta que todas las mañanas cuando pasábamos para el colegio me saludaba con su «kiriquiquí», son esos recuerdos infantiles que por más que te pasen cosas malas en la vida, te quedan grabadas.-

DESPUES DEL DOLOR
HAY QUE VOLVER A VIVIR

Pero la historia de Verónica comenzó a escribirse nuevamente en el año 2009.

Verónica se encontraba en Chile, participando en un programa de televisión cuando comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza y levantó mucha fiebre. Ya de regreso en nuestro país, mientras miraba televisión, perdió la visión de un ojo por lo que rápidamente fue a visitar al médico.

Se detectó que había sufrido un derrame en el lado izquierdo del cerebro y estuvo en coma tres meses.

Cuando despertó no sabía hablar ni escribir y le costó mucho entender por todo lo que había pasado. Tras consultar el motivo que desencadenó el ACV los médicos le dijeron que había sido por las pastillas anticonceptivas (sucede 1 caso en 1 millón).

Poco tiempo después, su padre falleció de una trombosis intestinal y uno de sus grandes apoyos para salir adelante, su hermano. También falleció tiempo después de un ataque al corazón con apenas 30 años

Dos años tardó para recuperar el habla y la movilidad de su cuerpo, debió proteger su cabeza con un casco de ciclista durante más de un año.

Antes de sufrir este accidente, Verónica tenía una vida plena y cargada de actividades. Hoy, cuando analiza ese momento, sabe que, aunque no quisiera verlo, «algo estaba mal» en ese ritmo vertiginoso que tenía: «Yo vivía haciendo cursos; de maquillaje, de depilación, de cocina y hasta de mecánica en el ACA».

Durante los días previos al ACV, vivía tres días en Chile porque participaba de varios ciclos. A la vez, en Buenos Aires, era la co-conductora de «Impacto Nueve». También hacía teatro, participaba de publicidades y modelaba: «Pensaba ‘este es mi momento, tengo que aprovechar antes de que se me caiga la cola’».

HAY QUE SABER BAJAR UN CAMBIO, HOY DISFRUTO CADA MINUTO

A seis años del ACV, no se considera un ejemplo a seguir, pero si el problema de salud que tuvo en 2009 le sirve a otro para mejorar su calidad de vida, está dispuesta a tenderle una mano.

Para Verónica Perdomo desde que sufrió el severo ACV, su vida cambió para siempre. Ahora, la modelo disfruta de cada minuto agradecida y no dejar pasar esta nueva oportunidad que le dio la vida.

«A veces la experiencia de otro te abre los ojos, te hace ver el camino», adelanta Verónica a este periódico para luego invitar a la gente a que se sume a sus conversaciones motivacionales.

Hace seis años, un 15 de julio, abrió los ojos. A medida que se recuperaba de su accidente y de las muertes de los «hombres de su vida», se puso el desafío de trabajar y bailar. Así fue como en 2012 llegó a ser la revelación de Bailando por un sueño. «No me importaba tanto bailar con Tinelli, lo que yo quería era trabajar otra vez. La primera noche –en la que obtuvo un 10 hasta de Marcelo Polino– ya estaba feliz: le había ganado al ACV».

-¡Cómo no voy a sonreír! Aprendí a no tenerle miedo a la muerte, tengo una buena relación con ella… porque yo estuve ahí», explica antes de subirse al escenario del teatro El Picadero para presentar «Elegí Vivir», el ciclo de charlas motivacionales en el que cuenta su experiencia de vida.-

-En el mes de mayo di mi primera charla, «Elegir Vivir», que comenzó en el teatro Picadero de capital-, comenta, abriendo paso a un diálogo en el que contó cómo salió adelante tras la enfermedad. Y cómo logró reponerse de otros golpes que le dio la vida, como la muerte de su padre y de su hermano.

«Yo no era muy creyente, con lo cual, cuando tuve el derrame no me enojé con Dios, pero sí estaba muy enojada, diciendo ‘por qué’ me pasó a mí, si no hacía nada malo. Pensaba mucho el por qué. Después entendí que tenía que pensar el ‘para qué’».

-¿De qué hablás en las charlas «motivacionales»?

-Cuento mi experiencia, lo que me pasó y cómo sobreviví. Digo algunas cosa que, por mala o buena suerte, tuve que vivir. Todo lo que tuve que luchar me demuestra que hoy tengo que estar acá. Por ejemplo: yo estuve un año con un casco de bicicleta porque no tenía el cráneo, y sólo me lo sacaba para dormir. Cuando me despertaba, me sentaba en la cama y tenía que esperar una hora para poder empezar a caminar, hablar bien, funcionar. Porque el cerebro se hincha a la noche y necesita su tiempo. Ahí, en ese momento, pensaba cosas lindas… Así, sin proponérmelo, nació la idea de las charlas. Además porque hay muchas personas que me paran en la calle para hablarme y me piden consejos.-

-¿Nunca te enojaste por lo que te pasó? Hay gente que es creyente y se enoja con Dios; otros, en cambio, se aferran más...

-Yo no era muy creyente, con lo cual, no me iba a enojar con Dios, pero sí estaba muy enojada, diciendo por qué me pasó a mí, si no hacía nada malo, no tomaba drogas, trabajaba y llevaba una vida normal. Pensaba mucho el por qué. Después entendí que tenía que pensar el para qué: mi historia podía ayudar a otras personas. Siempre fui católica y la fe siempre estuvo en mí, pero no era de ir a la iglesia, no practicaba la religión. Sí estaba más conectada con la naturaleza y el universo. Antes del derrame yo era profesora de sordos y estudiaba locución y, de repente, era yo la que no podía ni hablar. Era el colmo. En ese momento, decía: ‘Si hay un Dios, se está riendo de mí’, porque yo estudiaba para enseñar y de repente era yo la que necesitaba empezar de cero.-

-¿Hoy cuáles son tus prioridades en tu vida?

-Lo que me cambió mucho es el valor al «momento». Antes vivía en el futuro, todo el tiempo estaba pensando en lo que iba a hacer mañana, no disfrutaba el ahora. Hoy disfruto cada minuto, me doy mi tiempo para pensar cosas lindas, cosas positivas, salir a correr... Si cualquier persona se dedica cinco minutos en tener pensamientos lindos, positivos, la vida mejora. No hay que esperar hasta el límite, a que te explote la cabeza. Parar porque estás a mil.

-Por otro lado, cambiaste de perfil, ya no estás tanto en los medios, ni en el Bailando, ni hacés teatro. ¿Por qué?

-En ese momento necesitaba salir a laburar, y lo único que podía hacer era bailar, porque no podía hablar bien ni estudiar. Entonces dije: «Voy a bailar con Tinelli». Igual, me encantaría hacer más teatro, pero al no poder hablar bien, eso se me complica. Uno nunca sabe qué hará luego, pero ahora elijo tener una vida más relajada, más tranquila. Yo me levanto, salgo a caminar, voy a ver a mi abuelo, empecé a disfrutar. Obviamente que también trabajo, hago desfiles, pero prefiero un ritmo más lento para mi vida. Hay que bajar la locura, estoy con las charlas y me llaman de muchos lugares para que vaya a contar mi experiencia.

-¿Está en tus planes formar una pareja y ser mamá?

-¡Me encantaría ser mamá! En algún momento lo voy a ser porque me encantan los chicos…. Te cuento una anécdota de mi infancia en Florencio Varela: después de mi hermano Gabriel, nacieron mis hermanas Carina y Cecilia; yo fui quién recibió, casi por casualidad a «Ceci»… El médico se demoraba y mi mamá no tenía contracciones aunque sentía que el bebe estaba por nacer.  El parto fue tan rápido y sin dolor que cuando llegó el médico apenas tuvo tiempo de atender a mi hermana y dármela a mí en los brazos mientras atendía a mi mamá, yo no entendía nada porque era muy chica y estaba muy asustada. Será por eso que me quedó un espíritu muy maternal.-

¿Hasta qué edad viviste en Florencio Varela y por qué te fuiste?

Mientras cursaba en el Perpetuo Socorro estudiaba clases de teatro; me gustaba mucho actuar y bailar…, el espectáculo era lo mío. Cuando terminé la secundaria mis padres querían que estudiara algo más formal, mamá decía que tenía que estudiar algo más serio, porque vivir de la actuación era un camino difícil.

Entonces, me anoté en una universidad privada para estudiar Marketing, pero se hizo difícil, era muy costoso, no estaba muy convencida y debía viajar muchas horas por día desde Florencio Varela a la capital; además, llegaba como a la dos de la madrugada.

Ya con la mayoría de edad, pasados los 18, de cierta manera me independicé, me fui a vivir sola a la capital para poder estudiar y tener tiempo.

Alquilé un cuarto en una casa de familia, una piecita muy chica, no podía recibir visitas porque no estaba permitido, no tenía teléfono, me sentía muy sola…., esperaba ansiosa los fines de semana para volver a Bosque con mi familia, mis amigas…..,mi vida!!!-

-Cuando tenés un bajón anímico, ¿qué hacés?

-Tengo días que me enojo, que estoy cansada, angustiada y que puteo, pero entendí que el día no siempre va a estar soleado. Hay grises. Igual, se me pasa rápido. Cuando estoy mal, me relajo y me pregunto «qué hago con eso». Uno tiene que elegir. Hay dos opciones: me quedo en la cama llorando o hago algo y lo transformo.

-¿De qué murió tu hermano?

-Murió por las drogas, tuvo un paro cardíaco. Tenía 30 años y fue un golpe muy duro para nosotros. Él había consumido pastillas de éxtasis en una fiesta, porque no se drogaba con otras cosas. Y al poco tiempo también murió un amigo suyo. Él era mi hermanito, yo viví con él muchos años, porque nos vinimos de Varela a capital. Cuando él me contaba que tomaba alguna pastilla yo me enojaba, pero él creía que la tenía re clara, que no le iba a pasar nada. Pero con las drogas nadie es demasiado inteligente como para manejarlo.-

-¿Vos alguna vez consumiste?

-No, yo nunca consumí nada. Iba a las fiestas, iba a bailar, pero no hacía nada malo. Aún así, antes del ACV yo estaba pasada mal, no me hacía cargo y decía que la vida se iba a organizar sola. Pero por estar a full tuve un derrame y eso que el cuerpo nos da señales... Hay que saber bajar un cambio. Es eso.


OTRA OPORTUNIDAD
PARA SER FELIZ

La actriz y modelo sigue presentando su libro, «Otra oportunidad para ser feliz», donde relata la forma en que logró rehabilitarse de un ACV.  Verónica Perdomo  quiere gritarle al mundo que para salir de cualquier sufrimiento hay que lanzarse sin miedos a la acción.

Hay algo intenso en los ojos de Verónica Perdomo que tiene que ver con la belleza, pero de una forma diferente a lo que podría decirse sobre ella en una primera mirada. Es su presencia real, que se manifiesta a través de esos ojos que no se distraen con nada que no esté pasando dentro de la conversación.

A propósito, una conversación en la que se tomó con gracia y humor las pausas que a veces precisa para recordar alguna palabra.

–En el libro todo el tiempo te mostrás agradecida.

–Todos podemos tener momentos de felicidad. Es difícil, pero se puede. Cuando escribí el libro, quería que se notara eso. Pero el cambio está en uno. Si lo intentás, te juro que las cosas empiezan a funcionar. Amo el libro porque ayuda a mucha gente.

Es muy fácil pensar:»Las cosas son difíciles» o «Solo alcanzan logros los que tienen contactos». ¿Qué contactos? Primero, tenés que soñar. Mis amigos me cargan con que sueño demasiado, pero yo creo en los cuentos. Si deseás algo, más rápido o despacito, llega. Siempre llega...

–¿Antes vivías como fuera del presente?

–Vivía en el día siguiente. Siempre decía: «Tengo que estudiar porque la belleza se va». O también: «Me tengo que casar porque después voy a ser una vieja». Y hacía cursos de cocina, teatro, baile… Me sumaba muchas tareas porque pensaba que así debía ser. Y estar a full tiene que ver con lo del ACV: hacemos mil cosas a la vez y eso no es bueno para el cuerpo.  Todos atravesamos malos tragos, el tema es cómo responder a ellos.

–En la etapa de recuperación, cuando tenías que estar relajada una hora al levantarte, ¿aprovechabas para visualizar los cambios que querías en tu vida?

–Sí. Eso fue lo bueno que me dio el derrame. Me despertaba y tenía que sentarme en la cama, una hora por reloj, para que mi cerebro se deshinchara. Empezaba a pensar cosas lindas que quería hacer, y aparecían las ganas. Lo más importante es sentir que podés. Tantas veces me dijeron que no iba a poder, pero yo decía: «¿Cómo no voy a caminar? ¿Cómo no voy a correr más? ¿Cómo no voy a bailar?». Por eso, ir a lo de Marcelo Tinelli fue un premio. Además, tenía que pagar la factura por el tema del cráneo, que era como de cincuenta mil dólares. Y aunque no me fueran a pagar eso, yo decía: «¡Vamos a bailar por un cráneo!» (Se ríe con ganas).

–¿El humor te pone en un lugar distinto? Lejos del de víctima, por ejemplo.

–Totalmente. Es bueno reírse de uno mismo cuando algo nos sale mal. La vida me enseñó que, en este momento, no tengo otra chance que disfrutar; entonces, ¡quiero gritárselo a la gente! Y confieso algo: me da la sensación de que nada fue porque sí. Yo era profesora de sordos, me preparé para ayudar a personas con dificultades en el habla… ¡y al final me quedé yo sin habla! Podemos decir que Dios me hizo un chiste… y empecé a vivir de otra forma. Ahora me gusta dar charlas y ayudar a discapacitados.

Ella insiste con que hay que sonreír e, incluso, lo toma como una filosofía de vida que respeta a rajatabla y que no duda en gritar a los cuatro vientos. Pero uno la ve, tan dulce, chiquita y frágil, que cuesta entender cómo –a pesar de todo lo que pasó– logra hacerlo.

Periódico EL PROGRESO

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