miércoles, 13 de mayo de 2015

Curas villeros: en la cruzada por recuperar a los adictos



Curas villeros: en la cruzada por recuperar a los adictos. Son los curas villeros del conurbano, los "caballeros derrotados de una causa invencible", como los define el padre Jorge, uno de ellos. Cinco sacerdotes que decidieron meterse en el barro y se encontraron con la droga en algunas de las 796 villas del Gran Buenos Aires.

En cada adicto el padre Diego ve a un hermano: él perdió a dos de sus hermanos de sangre a causa de las drogas. Cada adicto que recupera en las villas de Quilmes lo ayuda a mitigar el dolor de aquellas pérdidas.

El padre Diego Morinigo era coadicto. En la comunidad de rehabilitación que funciona en Bosques, a los familiares de los consumidores les llaman así: coadictos. "Tengo dos hermanos que murieron por consumo de drogas y uno que se recuperó. La vivencia y el dolor me ayudaron a hacer un cambio",
dice.

Muchos de los pibes que consumen terminan en la cárcel, afirma, o en el cementerio.



A los 18 se fue a misionar a las provincias; once años después volvió a su San Francisco Solano natal y se dio cuenta de que su hermano mayor estaba cada vez más metido en la droga. "No sé qué ni cómo, pero quiero servirte en esto, Señor", rezó en ese momento. Al principio visitó como familiar un grupo de autoayuda. Después consideró que tenía que capacitarse y se anotó en la Tecnicatura en Prevención de la Drogadependencia de la Universidad del Salvador. Ahora dedica todas sus horas a ofrecer espacios para que los chicos dejen la marihuana. "Si cada uno de los que vive acá son mis hermanos, intento que no se mueran", insiste.

Todos los días recorre las calles y pasillos de los barrios de Quilmes y Florencio Varela, y se sienta a hablar con los pibes en las esquinas. Este hombre de 40 años logró lo que le parecía imposible: convertir a los transas, los que venden. "Antes caminaban las calles para meter a los pibes en la droga; hoy tratan de ayudar a otros para que salgan."

Varios narcos lo tienen en la mira. Ha recibido amenazas, pero, tomando más recaudos, no deja nunca de parar en las esquinas, de ofrecer un lugar distinto, un hogar. "La amenaza más grande es cada paso que damos. Hay lugares en los que sólo nos queda ponernos en manos de Dios", explica.

A esos vecinos marginados que visita, el padre Diego les lleva un mensaje: "Dios te ama, y aquí estoy yo".

Pero él está solo. A su hogar no llega la Secretaría de Salud Mental y Atención de las Adicciones, que cuenta con 215 centros prevención en toda la provincia. Esta secretaría que posee 196 camas de internación para adictos, administra un presupuesto de 180 millones de pesos por año. "Pero necesitamos más recursos", admite Carlos Sanguinetti, el funcionario a cargo de esta área del gobierno bonaerense.


entornointeligente.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario