jueves, 11 de septiembre de 2014

CADA VEZ MAS JUBILADOS DEBEN TRABAJAR PARA LLEVAR UNA VIDA DIGNA

Se trata de un sector vulnerable, pero los casos se repiten en todo el país. El 62% de los jubilados cobra el haber mínimo es decir, $ 2.753 por mes (a partir del 1° de septiembre pasará a $ 3.231).  Y la plata no les alcanza para pagar el alquiler, los remedios y la comida.

Luchadora. Angela  tiene 78 años. Todos los días prepara comida y sale a repartirla, caminando o en colectivo. «Es la forma de vivir de manera más digna», dice


Por su parte Mario, un jubilado más de un barrio varelense se levanta todos los días a las 6, toma un tren y un colectivo para llegar a tiempo a su trabajo en el centro capitalino, preferiría quedarse tomando mates con su mujer; pero que no le queda otra.

Por el barrio de Zeballos otro hombre de 75 años vive en una pieza, con baño y cocina compartida. Le pide plata a sus hermanos para comprar el diario y leer los clasificados para encontrar un trabajo, porque no le queda otra.

En el centro varelense, Manuel, un jubilado de 84 años atiende los teléfonos de un consultorio médico porque, cuenta resignado, no le queda otra.

En casi todas las ferias vemos, a pie, haga frio o calor, una abuelita con bandejas de comida que ella misma cocina y lleva porque, claro, a ella tampoco le queda otra.

Son cientos, miles, son cada vez más. Son jubilados que cobran la mínima; es decir, $ 2.753 por mes (a partir del 1° de septiembre pasará a $ 3.231). Como la plata no les alcanza, tienen que salir a trabajar para pagarse sus remedios, el alquiler o la comida.

«No existen datos concretos, porque la mayoría trabaja en negro, en situaciones muy precarias.

Martín  tiene 71 años y está jubilado como monotributista desde hace 5. Vive en el Kilómetro, y desde allí viaja hasta el corazón de San Telmo todos los días para, detrás de una computadora, registrar reclamos de los porteños.

Su horario comienza a las 9, pero mucho antes, a las 6, Martín se levanta para tomar el tren de las 7 y luego el colectivo que lo deja a pocas cuadras del trabajo:

«Es un esfuerzo grande el que hay que hacer, y cada día cuesta un poco más. Pero quedarme en mi casa sin hacer nada es un lujo que no me puedo dar. ¿Quién me paga si no los impuestos o el pan para la noche?».

En San Nicolás, en una pieza de 3x4 metros, pasa las horas Giovanni (75). De los $ 2.700 que cobra, $ 1.300 se van en ese pedacito de techo. Para el resto del mes, sólo tiene para gastar $ 1.400. Nacido en Nápoli, al sur de Italia, fue taxista durante treinta años, hasta que un problema de salud lo sacó del auto y ahora necesita encontrar trabajo: «Tengo miedo, mucho miedo. A la depresión, al hambre. No tengo plata para hacer nada, a veces les pido ayuda a mis hijos. Por suerte de salud estoy mejor y el cuerpo me da para trabajar; dice Giovanni y cuenta que llegó a pasar días sin poder comer.

Otro caso es el Manuel. A sus 84 años, sigue trabajando como asistente de un médico en el centro varelense: «Lógico que si tuviera que elegir me quedaría en mi casa, iría al cine o a comer afuera, pero son cosas que no puedo hacer. Trabajo desde chico y mis últimos años también serán trabajando».

Angela tiene 78 años y, como muchas abuelas, ama cocinar. A tal punto que esa fue la manera que encontró para poder pagarse sus remedios y el alquiler de la casa que comparte con su hija: «Los vecinos me llaman, hacen el pedido, cocino y se los llevo. En general viven todos cerca, pero a veces me llaman de algún lugar lejos y también se los llevo. Caminando o en colectivo.

Es la única forma que tengo para poder ganar unos pesos extra y poder vivir de una manera más digna «. Dice ella y al igual que todos.

Periódico ELPROGRESO

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