domingo, 13 de julio de 2014

Carnaval argentino en pleno sambódromo carioca


Carnaval argentino en pleno sambódromo carioca






















No es febrero ni marzo, y las escolas do samba cariocas están en silencio, pero en el imponente sambódromo de esta ciudad hay un carnaval, una fiesta celeste y blanca y con acento argentino.
Samuel, Lucas y Ezequiel, los dos primeros hermanos y el otro amigo, de Florencio Varela. Samuel está con la espalda en el piso y la mirada clavada debajo de su gastado Ford Escort modelo 94. El auto, de un rojo furioso y algo maltrecho por los años, les regaló un viaje de 48 horas y recién a pocos kilómetros de ellas tuvo problemas "en un ruleman", según le contó Samuel a la agencia DyN.

Son cientos los autos, camionetas y motorhomes que están estacionados en el mismo lugar en el que durante los carnavales desfilan y bailan miles y miles de personas. Todos a la espera de ver la final. Aquí no hay luces de colores ni samba, pero sobran fuegos y brasas, y los asados se repiten en cada rincón. No hay caipirinha, pero sobra fernet, y los hombres no derrochan ritmo, pero sí ilusión. Las tribunas están vacías, pero en ellas se lucen decenas de banderas de distintos lugares del país.

Los hay mendocinos, rosarinos, de Santa Fe, Córdoba, Salta, Buenos Aires y la lista parece interminable. La enorme mayoría de quienes esperan ansiosos el domingo no tienen entradas y ni se preocupan por intentar conseguirlas para no alimentar una ilusión que a esta altura se parece a una quimera.

Los miles de dólares que piden por cada ticket en la reventa son una barrera infranqueable para los hinchas, la mayoría de ellos de clase media o media baja que vino con lo justo y como pudo a esta ciudad, con una ilusión todavía más grande que la distancia que los separa de una entrada. Es el caso de Samuel, Lucas y Ezequiel, los dos primeros hermanos y el otro amigo, de Florencio Varela. Samuel está con la espalda en el piso y la mirada clavada debajo de su gastado Ford Escort modelo 94. El auto, de un rojo furioso y algo maltrecho por los años, les regaló un viaje de 48 horas y recién a pocos kilómetros de ellas tuvo problemas "en un ruleman", según le contó Samuel a la agencia DyN.

Porto Alegre, San Pablo y finalmente esta ciudad. Samuel está cansado, apenas durmió y lleva horas intentando poner en condiciones a su viejo Escort. Pero ya no es un problema para él si tendrá el auto en condiciones para regresar; lo hubiera sido si les complicaba llegar a tiempo.

Y como la de Samuel hay cientos de historias, tan mínimas como increíbles.

Agencia DyN

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